Hay una serie de principios que explican cómo elegimos nuestras parejas. El más importante de estos principios es la interacción entre las características de una persona y la apreciación de esos rasgos por la otra.
Proximidad: cuanto más se ve a alguien, se puede predecir su comportamiento y más cómodas llegan a hacerse las relaciones. Existe además el efecto de exposición que sugiere que una persona gusta más después de verla repetidamente. Claro que la proximidad por sí misma no es base suficiente para la armonía. Cuando las personas siempre están cerca, invaden la vida privada y se vuelven irritantes.
Apariencia física: existe el placer estético de mirar a lo que se considera bello. También se puede creer que cuando existe una envoltura bonita, el interior será más bonito. Otro elemento es el status que se asocia a ello (popularidad). Una cuarta posibilidad es que la gente mejor parecida puede ser más segura, competente y estar más satisfecha.
Similitud: Las parejas tienden a ser similares en cuanto a raza, edad, status, religión, educación, inteligencia, valores y actividades. Aunque es probable que si satisfacen los requerimientos de uno y del otro, los contrarios se atraigan hasta cierto punto. Una excepción a esta regla se da en las personas con baja autoestima, por el reforzamiento de las conductas propias en el otro.

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